El escenario era este: una cabaña de troncos de la década de 1930 con techos de 30 pies con vista a una enorme chimenea de piedra, muebles lujosos y tapices hechos a mano brillantes, una gran cantidad de árboles que llovían hojas de otoño con cada respiración y el susurro constante de la lluvia.
Cada mañana, caminábamos a través de charcos cubiertos de hojas desde nuestras cabañas hasta el albergue principal, sintiendo el silencio y saludando con la cabeza a los árboles que bordeaban el camino. Nos esperaba un fuego crepitante y nuestros ansiosos y despiertos instructores de yoga. Empujamos los muebles hacia los bordes de la habitación y colocamos nuestras esteras en un óvalo al azar frente al calor del fuego. Y luego el yoga.
Liz y Greg Skarvelis, cofundadores de Love Bird Yoga, impartieron clases durante el fin de semana. Lo que hace que ambos trabajen tan bien juntos es el nivel de apoyo, alegría y autenticidad que muestran entre sí y con sus alumnos. Nos hace querer a todos estar en sus bromas, en sus vidas, para que tal vez esa alegría y sinceridad puedan contagiarse a uno de nosotros. Sus clases están bien pensadas, tanto en la forma como en el sentimiento. Mientras que Liz tiende más hacia un tema y cómo ese tema se conecta con el cuerpo y, lo que es más importante, con el alma, Greg elige historias personales para traer paz a sus alumnos. Ambos son tan descaradamente honestos que sales de sus clases sintiendo que has aprendido algo revolucionario, a saber, la noción de que si ellos pueden ofrecer sus corazones desnudos, tú también puedes.
Toda la comida la hacía el propio Greg, y era difícil no comer segundos y tercios de sus deliciosos platos, como tacos de camote y espinacas con tortillas de maíz caseras y tres tipos de salsa o macarrones de frambuesa veganos o hueveras de mozzarella y jalapeño.
Nutrieron nuestros cuerpos, nuestros vientres y nuestras almas con facilidad.
Al final del retiro, una de las mujeres explicó su creencia de que todos perseguimos el yoga por una sola razón: aprender a amar mejor intencionalmente. Y aquí, en este lugar, en este retiro, nunca había escuchado nada más relevante o más hermoso. Que todos amemos mejor intencionalmente. Que todos caminemos por este mundo con tranquilidad.
Por Fae Leslie Hoffman ; Todos los derechos reservados @2019