Siempre me ha parecido fascinante la forma en que mi estado de ánimo, hábitos, patrones de alimentación y preferencias se transforman totalmente en función de la temperatura de mi cuerpo. Solo puedo hablar por mí mismo, pero un helado en diciembre no brilla de la misma manera que en julio. Más allá de mis papilas gustativas, me doy cuenta de que me estoy volviendo mucho más lento cuando hace mucho calor y mucho más tenso cuando hace frío. Hace unos años comencé a preguntarme si podría aplicar los principios del yoga, la atención plena y la respiración para ayudar a superar estos patrones. Fue entonces cuando aprendí sobre la exposición al frío y la terapia de calor.