Solía tropezar y tropezar mucho mientras corría, ya sea en un sendero fácil en un parque local o durante una carrera de montaña. Después de muchos años de culpar a mi técnica o a mis tobillos débiles, comencé a pensar en las caídas más grandes que había tenido... Y me di cuenta de que cada vez que mi mente estaba lejos, no me daría cuenta de la raíz del árbol. No vería esa roca que sobresale o me perdería un agujero en el camino... Puedes imaginar el resto. Tengo las cicatrices en mis rodillas para probarlo.
Una vez que comencé a aplicar los principios de la meditación caminando a mis caminatas y, especialmente, a mis recorridos por senderos, dejé de caerme. Encontré estabilidad y me volví más ágil. A su vez, mi mente dejó de lado los pensamientos persistentes que solían distraerme en el camino. Finalmente puedo cosechar los beneficios de hacer ejercicio con atención plena.